La tecnología forma parte de nuestras vidas, y cada vez más. Cuando la empleamos en nuestros hogares para controlar y automatizar ciertos gestos, estamos hablando de domótica: tecnología aplicada a la automatización inteligente de la vivienda en la búsqueda por gestionar de manera más eficiente el consumo de energía y ganar seguridad y confort en nuestras casas.

La domótica es cada vez más popular, probablemente debido al incremento del uso de smartphones y tablets. Sólo hace falta echar un vistazo a la oferta de determinados productos, como enchufes inteligentes o sensores: cuentan con numerosos fabricantes, y los precios son bastante más asequibles de lo que uno se podría esperar de este tipo de tecnología inteligente.

Ahora bien, ¿cómo funciona la domótica?

Un sistema domótico cuenta con una serie de aparatos sensores instalados a lo largo de la casa. Estos sensores están programados para recoger cierta información, procesarla y emitir órdenes en función de ello. Por ejemplo, un sensor de temperatura puede controlar los sistemas de calefacción y refrigeración y, en función de la temperatura interior que detecte, ajustarla a las mínimas y las máximas a las que esté programado.

Qué ventajas tiene la domótica

  • Facilita el ahorro y mejora la eficiencia energética. Poder automatizar ciertos gestos en función de los diferentes escenarios posibles, además de cómodo, supone una mejora en la gestión de nuestro consumo energético. De eficiencia energética ya hemos hablado en este blog.
  • Confort. Como mencionábamos antes, el confort es una de las principales ventajas de una instalación domótica.
  • Seguridad. Otra de las claves de la domótica es la seguridad extra que puede aportar a nuestros hogares por muy poco dinero: cuando estamos de viaje, podemos programar un sensor que nos envíe una notificación al teléfono si alguien entra en nuestra casa, o si alguien intenta conectarse a nuestra red Wifi.

Para qué sirve la domótica: ejemplos

  • Subir o bajar persianas o cortinas en función de la luz directa que reciben. E incluso, en función del momento del día que sea o contando con si hay alguien en casa o no. En una habitación de trabajo muy luminosa, nos puede interesar recibir la máxima luz posible cuando está vacía para calentar la estancia. Sin embargo, cuando hay alguien trabajando, la luz solar puede molestar. Un sistema domótico puede saber si alguien o no trabajando en función de si está conectado o no a Internet, y puede ordenar diferentes acciones al motor de las persianas o cortinas.
  • Encender o apagar bombillas dependiendo de la luz que entre del exterior. Otra de los ejemplos más cómodos de la domótica: automatizar la iluminación interior de nuestras casas de forma que las bombillas se enciendan o se apaguen dependiendo de si fuera hace sol, está nublado o es de noche.
  • Control de la iluminación con detectores de presencia. Tan futurístico como ordenar que se enciendan o apaguen las luces dando una palmada. Pero más práctico.
  • Medidores de consumo. Estos aparatos suponen una medida pasiva dentro de la domótica, ya que por sí solos no ordenan ningún tipo de acción, pero sí que nos ayudan a conocer qué electrodomésticos o qué hábitos consumen más energía en nuestra casa.

Y si eres de los que se hace sus pinitos con los lenguajes de programación, puedes llevar la domótica un paso más allá y personalizar la instalación de tu casa completamente a tu antojo: desde programar la lavadora para encenderse de madrugada, cuando más barata puede ser la luz en función de la tarifa que tengas contratada, hasta programar la hora en la que se enciende el calentador del agua para que esté listo justo cuando te duchas por las mañanas. Bienvenidos al futuro.